Coahuila enfrenta un reto silencioso pero alarmante: la tasa de fecundidad adolescente en el estado permanece entre las más altas del país, una realidad que enciende alertas entre autoridades, especialistas y familias. A pesar de campañas y esfuerzos institucionales, cientos de adolescentes se convierten en madres cada año, arrastrando consigo desafíos sociales, educativos y económicos.

De acuerdo con los datos más recientes, la tasa de nacimientos en jóvenes menores de 19 años supera la media nacional, situando a Coahuila como uno de los estados con mayor incidencia. Este fenómeno, más allá de una estadística, refleja realidades complejas: falta de acceso a la educación sexual integral, barreras en el acceso a anticonceptivos y, en muchos casos, contextos de violencia o abandono.

Organismos de salud y colectivos sociales advierten sobre las consecuencias: abandono escolar, precariedad laboral, embarazos de alto riesgo y círculos de pobreza difíciles de romper. Si bien existen programas de prevención y atención, la magnitud del problema exige redoblar esfuerzos, sumar a la sociedad civil y replantear estrategias para llegar a niñas, niños, padres y escuelas.

Especialistas señalan la importancia de involucrar a los hombres y a las familias en la educación sexual y la corresponsabilidad, así como garantizar servicios médicos y orientación adecuada para las adolescentes embarazadas.

La fecundidad adolescente no es solo un reto de salud: es un síntoma de rezagos sociales y culturales que debemos enfrentar sin prejuicios. Prevenir el embarazo en la adolescencia es abrir oportunidades y proteger futuros; hacerlo requiere voluntad, empatía y compromiso real de todos los sectores.