Un hombre fue vinculado a proceso en Monclova por el delito de tentativa de feminicidio tras haber agredido físicamente a su pareja dentro de su vivienda. La víctima, identificada como María “N”, compareció ante el juez y pidió clemencia por su agresor, declarando que “no deseaba perjudicarlo”.
El ataque ocurrió el 28 de septiembre en la colonia Miravalle, donde el presunto responsable, Juan “N”, habría golpeado y amenazado de muerte a su pareja durante una discusión doméstica.
De acuerdo con la carpeta de investigación, la mujer fue auxiliada por vecinos y elementos de la Policía Preventiva. Sin embargo, en la audiencia inicial solicitó al juez no imponer prisión preventiva, afirmando que el acusado “no es una mala persona”.
El Ministerio Público presentó pruebas médicas y testimoniales que sustentan lesiones graves y antecedentes de violencia. El juez determinó la vinculación a proceso por tentativa de feminicidio y estableció medidas cautelares, incluyendo la prohibición de acercarse o comunicarse con la víctima.
Autoridades subrayaron que el delito se persigue de oficio y que la retractación no impide la continuidad del proceso judicial.
El caso reavivó el debate local sobre el ciclo de violencia y la presión emocional que sufren víctimas que defienden a sus agresores. Colectivos de mujeres en Monclova exigieron seguimiento psicológico y acompañamiento legal, no solo sanciones penales.
El drama judicial de Monclova expone una herida más profunda: el vínculo entre dependencia afectiva y silencio ante la violencia. Procesar al agresor es necesario, pero insuficiente si el Estado no garantiza protección real y rehabilitación emocional. La justicia debe ser firme, pero también empática. La pregunta es: ¿cómo romper el círculo cuando la víctima aún justifica al agresor?














Comments are closed