En Coahuila, la diabetes es casi un legado de familia. Sin embargo, especialistas advierten que este destino no está escrito en piedra: con hábitos saludables y atención temprana, se puede frenar la epidemia que golpea a miles de hogares. La lucha comienza en casa, y la decisión es personal.
Los datos son contundentes: uno de cada diez coahuilenses vive con diabetes, y en muchos casos, la enfermedad se repite de generación en generación. Padres, abuelos y hasta hermanos comparten historias de inyecciones, hospitalizaciones y miedos heredados. La genética pesa, sí, pero los médicos coinciden: la alimentación, el ejercicio y el control médico regular pueden cambiar el futuro.
La Secretaría de Salud ha intensificado campañas de detección y prevención en escuelas, centros de trabajo y comunidades rurales. Nutriólogos y endocrinólogos insisten en la importancia de abandonar el sedentarismo y los excesos, especialmente en una región donde los antojitos, refrescos y la falta de actividad física forman parte del día a día.
Historias de éxito existen. Familias que han logrado romper la cadena, apostando por cambios simples: caminar en vez de manejar, reducir el consumo de azúcar, priorizar frutas y verduras y no dejar pasar los chequeos médicos. El reto, dicen los expertos, es cultural: dejar de normalizar el malestar y entender que la salud es una herencia que también se construye.
La diabetes puede tener un apellido, pero no tiene por qué definir nuestro destino. En Coahuila, donde tantas familias han aprendido a vivir con esta carga, el mensaje es claro: sí se puede cambiar la historia. Romper la cadena empieza por una decisión diaria, por una mesa más saludable y por la voluntad de cuidarse y cuidar a los que amamos. Porque la mejor herencia siempre será la salud.
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