La frontera entre Coahuila y Nuevo León se convirtió en zona de alerta tras un enfrentamiento armado que puso en vilo a comunidades de ambos lados. Autoridades estatales y federales han reforzado la seguridad en la región, con retenes, patrullajes y operativos coordinados para contener la violencia y garantizar la tranquilidad de la población.

El incidente, registrado en las inmediaciones del municipio de Castaños, involucró a presuntos grupos criminales que intercambiaron disparos con fuerzas del orden. El saldo: vehículos asegurados, armas decomisadas y la movilización inmediata de corporaciones de seguridad. Aunque no se reportaron víctimas fatales, el suceso reavivó el temor y la exigencia de mayor presencia policiaca en la franja limítrofe.

En respuesta, los gobiernos de Coahuila y Nuevo León instalaron puntos de control en carreteras y brechas, incrementaron el número de efectivos desplegados y anunciaron que mantendrán la vigilancia mientras se investiga el origen del conflicto. Además, se exhortó a la ciudadanía a mantener la calma y reportar cualquier actividad sospechosa.

El refuerzo de la seguridad busca evitar el “efecto cucaracha”, donde los grupos delictivos se desplazan de una entidad a otra ante la presión de operativos. Autoridades aseguran que la colaboración interestatal será permanente para proteger a las comunidades.

La violencia en las fronteras estatales es un desafío que no distingue líneas en el mapa. Más allá del despliegue de fuerzas, la paz solo será duradera si se atienden las causas de fondo y se fortalece la colaboración entre estados. La seguridad debe ser un compromiso compartido, porque lo que pasa de un lado, inevitablemente afecta al otro.