Desde hace aproximadamente dos años, vecinos de la colonia Parajes de los Pinos, en Ramos Arizpe, han observado cómo un terreno frente a su fraccionamiento se ha transformado en un depósito ilegal. Camiones cargados de escombro, escoria de acero y aceite han estado vertiendo material constantemente, hasta contar más de 40 en solo tres horas. La maquinaria pesada levanta un polvo fino —“como talco”— que cubre ropa, juguetes y superficies dentro de los hogares, afectando especialmente la piel y las vías respiratorias de los niños. Se trata de un foco de contaminación ambiental que los residentes enfrentan casi a diario, sin solución visible.
El desgaste de vivir con esa nube persistente de polvo, sumado al olor fuerte que se intensifica con el calor, obliga a mantener las ventanas cerradas, aún en días donde abrirlas aliviaría el ambiente. Habitantes mencionan que los niños del barrio han presentado irritación en la piel y molestias en la garganta. Al consultar sobre permisos, uno de los responsables admitió que no sabe si existen, aunque prometió “emparejar el terreno” y aplicar agua para contener el polvo. Aun así, no hay certeza de que cumpla con normas ambientales ni autorización oficial.
El municipio ya ha recibido reportes y refiere que evaluará los permisos correspondientes. Pero ante el avance continuo del problema, los vecinos demandan acciones concretas, no excusas: dragado, retardo en la dispersión de residuos y revisión ciudadana para evitar que un terreno en abandono se convierta en una amenaza para la salud pública.
Cuando el abandono urbano coincide con el silencio institucional, los vecinos cargan la herencia de incomodidad y riesgo. En Coahuila, no basta con arreglos temporales: se requiere justicia ambiental para quienes no pueden escapar del polvo que cae sobre sus casas y sus cuerpos.














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