Expertos internacionales alertan sobre la variante LP.8.1 del SARS‑CoV‑2, que representa actualmente el 70 % de los casos globales, se propaga mucho más rápido y puede evadir la inmunidad, lo que la convierte en una amenaza latente para la próxima temporada de invierno, especialmente para personas con enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión y obesidad.
La variante identificada tras la subvariante JN.1, detectada en Sudáfrica, ya es considerada un riesgo por agencias como la OMS, EMA y la FDA estadounidense. Su rápida expansión obliga a la actualización de las vacunas antes del invierno 2025‑2026, en especial para proteger a mayores de 60 años y personas con síndrome metabólico, condición presente en más del 35 % de la población adulta mexicana.
En Coahuila, donde entre 2020 y 2023 se registraron 12,491 muertes por COVID-19, las autoridades locales aún no tienen un plan claro para incorporar antivirales específicos contra esta variante. Además, la alta presencia de enfermedades crónicas y un envejecimiento demográfico hacen a la población particularmente vulnerable: quienes padecen diabetes, hipertensión o síndrome metabólico enfrentan entre dos y tres veces más riesgo de muerte por COVID‑19.
El Dr. Francisco Moreno, especialista en infecciones, advierte que “el síndrome metabólico debilita la inmunidad innata, reduciendo la capacidad de eliminar patógenos como el SARS‑CoV‑2”. La letalidad por comorbilidad supera el 38 % en quienes combinan hipertensión y diabetes. Por ello, actualizar biológicos y reforzar programas de vacunación para población de riesgo se vuelve una medida urgente .
Mientras las variantes evolucionan, la estrategia de prevención debe adelantar sus pasos. No basta con mantener la guardia alta: necesitamos vacunas robustas, antivirales accesibles y un sistema de salud que no deje a nadie desprotegido. Porque la verdadera defensa ante nuevas cepas no es esperar a que aparezcan, sino estar listos desde antes.
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