Un trabajador de 57 años, originario de Minas de Barroterán, falleció ayer en el tajo de la Mina 4, en el ejido Santa María, San Juan de Sabinas. El minero, identificado como Crispín “N”, comenzó a tener complicaciones respiratorias poco antes de las 11:00 a.m. y fue trasladado al IMSS de Palaú, donde perdió la vida. Se investiga si la causa fue un colapso por asfixia o un fallo de salud provocado por sus condiciones previas.
El reporte médico destaca que Crispín padecía hipertensión, diabetes y daño pulmonar, condiciones que pueden agravar riesgos respiratorios en ambientes minerales con ventilación deficiente. Las autoridades —Fiscalía General del Estado y Protección Civil de Sabinas— iniciaron diligencias para determinar si hubo fallas en los protocolos de seguridad o sistemas de aire dentro del tajo.
El suceso reaviva una memoria dolorosa: en el mismo ejido, en 2006, colapsó la mina Pasta de Conchos, donde murieron 65 trabajadores. Este nuevo caso despierta las preocupaciones recurrentes sobre la seguridad minera en la región Carbonífera, donde empleados exigen mayor vigilancia, ventilación adecuada y medidas que eviten tragedias evitables.
Sabinas vuelve a llorar a un hijo desgarrado por la mina. Y mientras el polvo aún no se asienta, surge la pregunta: ¿cuántas más serán necesarias para que la prevención no sea un protocolo al descuido, sino una obligación vigilada y cumplida? Porque un obrero no puede ser solo una estadística laboral, sino una responsabilidad social donde la vida pese más que la producción.
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