El alcalde de Torreón, Román Alberto Cepeda, anunció una serie de cambios y enroques dentro de la administración municipal, movimientos que, aunque presentados como ajustes normales de gestión, han despertado críticas sobre la estabilidad laboral y la capacidad de planeación del gobierno local.
Entre los relevos más visibles destacan la salida de titulares en áreas estratégicas y la reubicación de funcionarios en otras dependencias. Según el propio alcalde, estas decisiones responden a la necesidad de “fortalecer el desempeño del municipio”, sin embargo, la falta de explicaciones concretas sobre resultados o métricas ha dejado espacio para lecturas más críticas.
Analistas regionales apuntan que el alto número de cambios en poco tiempo refleja más improvisación que estrategia: cuando las posiciones de confianza se mueven constantemente, los proyectos tardan en consolidarse y el personal operativo enfrenta incertidumbre. Para la ciudadanía, esto se traduce en retrasos en servicios y en la sensación de que el municipio actúa apagando fuegos en lugar de planear a largo plazo.
Lo confirmado es que el alcalde ya formalizó los ajustes y que los nuevos titulares asumirán de inmediato. Lo que aún falta por aclarar es si estos enroques derivarán en un programa de trabajo sólido o si en algunos meses habrá nuevas modificaciones, confirmando la impresión de inestabilidad administrativa.
Gobernar no es mover piezas al azar, es planear con claridad. Si Torreón quiere confianza, necesita más continuidad y menos sobresaltos: los cambios solo valen la pena cuando traen certeza, no cuando evidencian improvisación.














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