La huelga en el Nacional Monte de Piedad paralizó sucursales de Torreón y Gómez Palacio, dejando a cientos de familias sin acceso a préstamos de emergencia. El cierre golpea de lleno a quienes dependen del empeño para cubrir gastos inmediatos. En Coahuila, donde más de 30 sucursales operan, la parálisis expone la fragilidad de un sistema financiero que se vende como “solidario” pero se desploma cuando los trabajadores reclaman derechos.
El sindicato del Monte de Piedad denunció incumplimientos al contrato colectivo, supresión de beneficios laborales y falta de diálogo con la institución. En Torreón y Gómez Palacio, los trabajadores colgaron banderas rojinegras en las puertas de las sucursales, cerrando el servicio desde el martes.
La institución intentó calmar a los usuarios asegurando que los bienes empeñados están resguardados y que se buscarán salidas legales. Sin embargo, familias que dependen de estos préstamos no recibieron alternativas inmediatas.
El problema no es menor: Coahuila cuenta con más de 30 oficinas del Monte de Piedad y miles de usuarios activos. En Saltillo y Monclova también se reportaron largas filas de clientes sin poder acceder a sus empeños. Hasta ahora se ha confirmado que ninguna autoridad estatal o federal ha ofrecido una estrategia de contingencia.
El contraste es evidente: mientras programas sociales federales presumen cobertura, los vacíos financieros se siguen llenando con casas de empeño. ¿Qué ocurre cuando ni estas funcionan?
La huelga del Monte de Piedad no solo es un conflicto laboral: es un espejo de la precariedad financiera en Coahuila. Los más pobres pagan la factura de un sistema que ni el Estado ni la banca tradicional atienden. ¿Queremos que la única “salida rápida” al gasto familiar dependa de empeñar joyas, o construiremos verdaderos mecanismos de crédito social?














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