Aunque las lluvias recientes dieron un respiro en algunas regiones, la sequía extrema sigue golpeando vastas zonas de Coahuila. Productores agrícolas y ganaderos luchan cada día para no perderlo todo, mientras las presas y mantos freáticos apenas muestran señales de recuperación.

El reporte más reciente de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) es claro: al menos seis municipios, entre ellos Acuña, Múzquiz, San Pedro y Sierra Mojada, permanecen en alerta máxima por falta de agua. Los registros señalan que la lluvia acumulada apenas alcanza para humedecer la superficie, sin penetrar lo suficiente en la tierra ni recargar pozos y presas.

El campo resiente la crisis. Agricultores advierten que, si no llegan más precipitaciones en las próximas semanas, se perderán cosechas y el abasto de forraje para el ganado estará en riesgo. El impacto ya se refleja en el precio de alimentos, el sacrificio de animales y la migración de familias hacia zonas menos castigadas.

Las autoridades estatales mantienen operativos de emergencia: entrega de agua en pipas, apoyo con insumos y vigilancia permanente. Sin embargo, la magnitud del problema exige una estrategia integral, inversiones a largo plazo y el uso racional de cada gota.

La sequía en Coahuila es una advertencia de la fragilidad del equilibrio ambiental y social. No basta con rezar por la lluvia: urge invertir en tecnología, educación y gestión responsable del agua. El futuro del campo, y de miles de familias, depende de lo que hagamos hoy. La sequía no es solo un reto climático: es el examen de nuestra capacidad colectiva para resistir y adaptarnos.