Melissa, originaria de Torreón, ha cargado durante años la pesada sombra de la violencia: desde los 14 años fue víctima de agresiones físicas y psicológicas por parte de su expareja, un hombre que, a pesar de las denuncias y el dolor causado, sigue en libertad. Su caso visibiliza la deuda pendiente que tiene el sistema de justicia con las mujeres que se atreven a alzar la voz.

Según su testimonio, los episodios de violencia comenzaron en la adolescencia y se extendieron a lo largo de la relación. Melissa buscó ayuda en varias ocasiones, pero el miedo, la revictimización y la lentitud de las autoridades hicieron que el calvario se prolongara. Ahora, años después, la historia se repite: a pesar de haber presentado denuncias formales, su agresor no ha sido detenido ni procesado.

Organizaciones feministas y colectivas de Torreón han respaldado a Melissa, exigiendo que las autoridades cumplan con su deber de proteger a las víctimas y sancionar a los responsables. La historia de Melissa no es única: cientos de mujeres atraviesan el mismo laberinto de indiferencia, burocracia y temor cada año en la región.

La exigencia es clara: justicia efectiva, acompañamiento y acciones concretas para romper el círculo de violencia que sigue atrapando a mujeres y niñas.

Cada vez que una mujer denuncia y no encuentra justicia, el mensaje es devastador: el miedo gana y la impunidad se fortalece. La historia de Melissa es un llamado urgente a no normalizar la violencia y a exigir que el Estado garantice seguridad y reparación para todas. Ninguna mujer debe vivir con miedo ni volver a empezar sola.