En pasillos universitarios y grupos de vecinos en Saltillo se ha encendido el debate tras difundirse imágenes del presunto “primer templo satánico” en la ciudad, con ceremonias ocultistas a cargo del grupo autodenominado Los Guardianes de Lucifer; la comunidad local exige claridad institucional mientras expertos recuerdan que los espacios de culto deben estar registrados oficialmente para operar legalmente.
En publicaciones de Facebook y TikTok divulgadas por cuentas como Fenómeno Paranormal Saltillo, se observan figuras ceremoniales, pentagramas, altares con simbología como Baphomet, cruces invertidas, Santa Muerte y tableros Ouija. El diario El Financiero reporta que el grupo se describe como una hermandad dedicada al “estudio esotérico” del satanismo como camino de conocimiento. Hasta ahora, no se ha identificado la ubicación del templo ni existe registro público sobre su existencia física.
Es importante destacar que, conforme a la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, cualquier agrupación que pretenda operar como iglesia o culto religioso debe registrarse ante la Secretaría de Gobernación, lo que les otorga personalidad jurídica y legitimidad legal. No hacerlo implica operar al margen de la ley, sin derechos y sujetos a sanciones.
Hasta ahora se ha comprobado la viralización del grupo y su autoidentificación como “templo satánico”. Todavía no está claro si la Secretaría de Gobernación o autoridades locales han sido notificadas ni si revisarán la situación, o si se trata solo de un espacio privado sin aspiración formal de culto religioso.
Vecinos y académicos señalan la tensión entre la libertad de culto y el deber de las autoridades de supervisar y garantizar que esas expresiones no contravengan la ley. En redes, circulan llamados a investigar si se viola generación de recursos ilícitos, protección de menores o posibles actos de intolerancia.
La libertad religiosa es un derecho, pero no exime de responsabilidad institucional. Saltillo merece transparencia: que las autoridades aclaren si este templo existe legalmente o no, y si cumple con los requisitos formales. Así favoreceremos una convivencia basada en normas claras, sin rumores ni miedo.














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