La visita de Claudia Sheinbaum a Saltillo no fue solo un informe de gobierno: se convirtió en un termómetro político. En el Parque Las Maravillas, el gobernador Manolo Jiménez rompió con el tono rígido de protocolo y exclamó: “¡Que viva Coahuila, que viva la presidenta!”, desatando aplausos de un auditorio lleno.

El gesto, aunque breve, simbolizó un reconocimiento abierto a la mandataria federal en un estado donde la oposición ha marcado distancia en otros momentos. A la par, partidos como PT, Movimiento Ciudadano y Morena Coahuila aprovecharon el cierre del primer año de sexenio para respaldar la gestión presidencial y destacar que los anuncios federales —apoyos ganaderos, tren de pasajeros Saltillo–Nuevo Laredo, programas de vivienda y rescate de AHMSA— representan avances tangibles.

El formato de “mini-informes” refuerza la idea de cercanía. Saltillo fue elegido como sede en Coahuila dentro de una gira que abarcará nueve presentaciones en distintos puntos del país. Hasta ahora se ha comprobado que los compromisos cuentan con presupuesto asignado y calendarios definidos; todavía no está claro cómo se distribuirán entre regiones, pero la narrativa de avance está instalada.

El contraste es evidente: mientras el gobernador local se sumó al aplauso de la plaza, las fuerzas políticas afines consolidaron un discurso de acompañamiento. El reto para todos será que los anuncios no se queden en frases, sino en resultados verificables para las familias coahuilenses.

La política en Coahuila se mueve entre gestos y compromisos. Los vítores en Saltillo muestran sintonía momentánea, pero la ciudadanía deberá medir lo esencial: si lo prometido llega al bolsillo y a la vida diaria.