En Monclova, la herida industrial está lejos de sanar. Tras años de promesas, deudas y despidos, Altos Hornos de México (AHMSA) navega en la incertidumbre del concurso mercantil. Pero un nuevo rumor —no tan infundado— ha encendido la indignación: que Alonso Ancira, el controvertido “rey del acero”, podría regresar a controlar la empresa, no de forma directa, sino a través de prestanombres o aliados, aprovechando vacíos legales y opacidad en el proceso de venta de activos.
La sospecha tiene sustento. Diversas fuentes laborales y sindicales han advertido que algunos de los interesados en comprar acciones o maquinaria clave de AHMSA mantienen vínculos personales o empresariales con Ancira, ya sea como socios históricos, familiares lejanos o representantes de firmas “fachada”. No es casualidad que varios extrabajadores hayan bloqueado esta semana la salida de maquinaria pesada de la planta, exigiendo transparencia y garantías de que “los que destruyeron la empresa no sean los mismos que vengan a recomprarla barata”.
El miedo no es solo a la burla: es al círculo vicioso. Ancira dejó tras de sí un legado de corrupción, procesos legales, fugas de capital y un juicio aún fresco por el sobreprecio de Agronitrogenados, que le costó la cárcel en España y acuerdos judiciales multimillonarios. Pensar que podría volver a ser el beneficiario final de la venta de AHMSA —aunque sea a través de terceros— es, para cientos de familias, la peor traición posible.
No se trata solo de nombres ni de empresas. Se trata de memoria y justicia. Si la historia de AHMSA se repite, y quienes la hundieron encuentran el modo de quedarse con lo que queda, Coahuila estaría condenando a su propia gente a revivir el mismo dolor, una y otra vez. La reconstrucción no puede hacerse sobre los cimientos del olvido ni de la impunidad.














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