En los parques industriales y en los círculos universitarios de Coahuila, el mandarín se escucha cada vez con más frecuencia. No es una casualidad. La llegada de 386 residentes chinos con estancia legal a Saltillo y Torreón es la cara humana del “nearshoring”, un fenómeno que está transformando la demografía y la economía del estado, atrayendo no solo capital, sino también talento y cultura.
Este crecimiento responde a los protocolos del gobierno federal para facilitar la inversión extranjera directa, una meta clave de la administración de la presidenta Claudia Sheinbaum. La mayoría de los nuevos residentes están ligados a la industria automotriz y de manufactura, ocupando puestos gerenciales y técnicos que acompañan la instalación de nuevas empresas asiáticas en la región.
Desde el gobierno estatal se celebra esta llegada como un triunfo en la atracción de inversiones. Sin embargo, la exigencia de los sindicatos y organismos laborales es una rendición de cuentas clara: se necesita garantizar que la transferencia de conocimiento sea efectiva y que estas nuevas empresas cumplan rigurosamente con la legislación laboral mexicana, creando empleos bien remunerados para los coahuilenses.
Esperemos que exista un plan integral por parte de la Secretaría de Economía estatal para maximizar los beneficios de esta ola migratoria, fomentando la creación de cadenas de proveeduría locales y evitando que Coahuila sea solo una plataforma de manufactura sin un desarrollo económico profundo.
La llegada de nuevos capitales y culturas es una oportunidad histórica para Coahuila, pero el éxito no se mide en el número de residentes extranjeros, sino en la prosperidad compartida. ¿Estamos preparados como estado para pasar de ser un simple anfitrión industrial a un verdadero socio estratégico que integre y potencie el talento local junto al extranjero?














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