En Toluca se pone la primera piedra, pero la raíz y el músculo del acero mexicano siguen firmes en Coahuila. DeAcero apuesta al reciclaje con una nueva planta; la señal es clara para el norte: el futuro de la industria puede —y debe— construirse desde casa.

Esta semana, los reflectores apuntaron a Toluca. Maquinaria encendida, terreno aplanado, obreros y directivos posando para la foto: DeAcero, la gigante nacida en Saltillo, arranca ahí la construcción de una de las recicladoras de acero más modernas del continente. Suena a noticia de otro estado, pero en realidad, la historia empieza —y debe continuar— en tierra coahuilense.

Coahuila lleva el acero en la sangre. Aquí se fundaron las primeras grandes plantas, aquí florecieron barrios enteros alrededor de los hornos, aquí miles de familias viven y sueñan gracias al metal. La decisión de DeAcero no es solo inversión: es un mensaje. La economía circular ya no es un discurso lejano; es la obligación de todo el sector industrial para no quedarse atrás, para competir, para crear empleo y para limpiar el aire que respiramos.

El modelo que hoy se estrena en Toluca tiene todo para replicarse en La Laguna, en Monclova, en Saltillo. ¿Por qué esperar? Coahuila tiene la infraestructura, el talento y el peso suficiente para liderar la transición hacia el acero reciclado. El mercado lo pide. El mundo lo exige.

Y el beneficio sería enorme: empleos verdes, cadenas de valor más limpias, reputación internacional y la posibilidad de convertirnos, de verdad, en la capital del acero sustentable en Latinoamérica.

La primera piedra de Toluca no debería ser vista con distancia, sino como un llamado a la acción para Coahuila. La historia del acero mexicano no se puede contar sin esta tierra, ni el futuro puede construirse sin la ambición y la visión del norte. Hoy, más que nunca, toca dar el salto del discurso a los hechos. El acero verde puede tener muchas sedes, pero el corazón… el corazón sigue estando aquí.