Para los aficionados al fútbol en Coahuila, la lealtad a un escudo es sagrada. Por eso, el anuncio del Club Santos Laguna de que investiga a su jugador Franco Fagúndez por abandonar el equipo sin permiso ha resonado en todo el estado. Este no es solo un drama deportivo; es un conflicto legal y empresarial que pone a una de las instituciones deportivas más importantes de Coahuila en el centro de una polémica nacional.
El club informó que el futbolista uruguayo viajó a su país de origen sin la autorización correspondiente, faltando a sus obligaciones contractuales. El abandono de un club sin causa justificada constituye un incumplimiento de contrato grave bajo los reglamentos de la Liga MX y la FIFA, lo que puede acarrear severas sanciones para el jugador.
Este incidente pone a prueba los protocolos de la Liga MX y la capacidad de la directiva del club, uno de los pilares económicos y de imagen de Coahuila, para gestionar una crisis de esta naturaleza y hacer valer la autoridad de la institución.
¿Revisarán los directivos de los equipos profesionales de Coahuila sus protocolos de contratación y seguimiento a jugadores para prevenir que situaciones similares, que dañan la imagen del estado, vuelvan a ocurrir? La pregunta es pertinente para todo el deporte profesional de la entidad.
Un futbolista de élite es un profesional, no un aficionado. Su compromiso no es solo con la pelota, sino con un contrato, una institución y una afición que le paga. La pregunta que deja este caso no es si el jugador se arrepentirá, sino qué tan serias son nuestras instituciones deportivas para hacer cumplir las reglas sin excepción.














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