En el ejido La Flor de Jimulco, del municipio de Torreón, un espacio poco usual para iniciativas culturales, niñas y niños participan cada sábado en el taller Taller “Soplemos al viento”, organizado por el Instituto Municipal de Cultura y Educación (IMCE). Esta propuesta comunitaria, integrada por sesiones de teatro, lectura y manualidades, se celebra en la biblioteca pública “Arturo Orona” y representa un puente entre cultura urbana y territorio rural.
La dinámica está diseñada para fomentar la expresión artística en niños de entre 6 y 13 años, en grupos de 20 a 30 participantes por sesión. Durante cuatro horas conjugan activaciones sensoriales, talleres de origami, lectura de cuentos, construcción de títeres y obra de teatro. El director del IMCE, Antonio Méndez Vigatá, señaló que actividades como esta refuerzan la identidad cultural en comunidades que históricamente han sido vinculadas principalmente al campo o la minería, no a la cultura activa.
La iniciativa cobra relevancia estatal: en Coahuila, la descentralización de la cultura es una asignatura pendiente. Que un ejido participativo —y no únicamente zonas urbanas— reciba este tipo de oferta cultural abre la posibilidad de que otros municipios medianos y zonas rurales accedan a modelos similares. ¿Cómo replicar este esquema en la Región Carbonífera, la Región Centro o la zona sureste estatal donde infraestructura cultural es limitada?
La cultura implícita en el desierto no se limita a su paisaje: brota también en las bibliotecas de ejidos y en manos que moldean títeres. Si Coahuila quiere que la cultura sea un derecho y no un lujo, debe asegurar que este tipo de talleres no queden en evento aislado. ¿Estaremos dispuestos a llevar el arte a todos los rincones o solo donde ya habita?














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