Tres años después del colapso en la mina El Pinabete, las familias de los 10 mineros atrapados siguen clamando por justicia. Aunque las labores de rescate avanzan lentamente y se han entregado algunos cuerpos, el dolor sigue intacto. Hoy, la exigencia es clara: que no se olvide y que los responsables enfrenten consecuencias reales.

En Sabinas, las madres, hijas y esposas de los trabajadores mantienen la guardia en alto. El accidente ocurrió el 3 de agosto de 2022, y desde entonces ha estado marcado por promesas, procesos judiciales y operativos técnicos que, a juicio de las familias, han sido tardíos y opacos. A la fecha, se han recuperado 23 cuerpos en total, pero la desesperación se agudiza en El Pinabete, donde la espera pesa tanto como la tierra que sepultó a sus seres queridos.

Los deudos piden claridad en la investigación y cuestionan la ausencia de sanciones contra quienes autorizaron o permitieron la operación de la mina sin condiciones seguras. Aseguran que los apoyos ofrecidos por el gobierno federal, como indemnizaciones o reubicaciones, no sustituyen el vacío de la verdad ni el castigo para los culpables. “No queremos dádivas, queremos justicia”, expresó una de las madres durante la última vigilia organizada frente a la entrada del sitio.

En Coahuila, la tierra sigue tragándose verdades. Tres años no borran el dolor ni la dignidad de las familias que esperan respuestas en El Pinabete. El tiempo pasa, pero la justicia no debe posponerse más. Porque en cada mina abandonada, hay una promesa rota.