La herida social que dejó el colapso de Altos Hornos de México (AHMSA) en Monclova sigue abierta y supurando. Esta semana, ex trabajadores tomaron la entrada principal de la acerera para impedir saqueos, mientras la ciudad sigue acumulando historias de vida destrozadas por la crisis.
La desesperación y el miedo al despojo movilizaron a decenas de exempleados que, ante la falta de respuestas claras y pagos pendientes, decidieron bloquear el acceso principal de la planta. Con pancartas y consignas, buscan evitar que los pocos activos que quedan sean sustraídos sin transparencia y sin beneficiar a quienes realmente dieron su vida en los hornos y talleres de AHMSA.
Pero más allá de las protestas colectivas, la crisis también ha golpeado en lo individual. Uno de los casos que conmueve a Monclova es el de un trabajador que no solo fue víctima del cierre y la quiebra de la empresa, sino que recientemente perdió la vida en el trágico accidente de la carretera Saltillo-Zacatecas. Su historia simboliza el peso doble de la tragedia: primero el desempleo y la angustia, luego la fatalidad en el camino, mientras intentaba sostener a su familia.
Los bloqueos y las tragedias personales son solo la cara más visible de una crisis que se ha llevado la tranquilidad, el empleo y hasta la esperanza de cientos de familias en la Región Centro. Los exempleados exigen justicia laboral y transparencia en el proceso de quiebra, pero también un apoyo real de las autoridades que ayude a reconstruir proyectos de vida.
La caída de AHMSA no solo se mide en empleos perdidos o millones en deuda. El daño es humano, cotidiano y doloroso. Cada protesta, cada historia rota, es un llamado urgente a no olvidar a quienes siguen esperando respuestas y a quienes ya no tuvieron tiempo de recibirlas. Monclova necesita más que promesas: merece dignidad, memoria y un nuevo comienzo.
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