Coahuila fue azotada esta semana por lluvias intensas que transformaron colonias enteras en zonas de desastre. Desde Saltillo hasta Torreón, pasando por Múzquiz y Ramos Arizpe, el agua no solo cayó del cielo: arrastró calles, rompió pavimento, se metió a casas, varó automóviles y evidenció una verdad incómoda: el gobierno estatal no está preparado para enfrentar los efectos del clima. No hoy, no todavía.
En Saltillo, la entrada a la colonia Teresitas quedó destrozada; en Valle de las Flores y Mirasierra, el pavimento colapsó. En Torreón, las colonias Polvorera, Santiago Ramírez y Braulio Fernández Aguirre se convirtieron en ríos. En Múzquiz, el vado “Los Comandantes 1” se convirtió en un paso peligroso, y en Ramos Arizpe, lo que hace dos semanas eran veredas hoy están bajo el nivel del agua de la presa Palo Blanco.
Lo más alarmante no es solo la magnitud de los daños, sino la frecuencia con la que estas lluvias sorprenden a un estado que debería haber aprendido ya a esperarlas. No es la primera vez que llueve fuerte en estas fechas. No es la primera vez que una tormenta desborda las calles. Pero sí parece ser la primera vez de nuevo para las autoridades, que actúan como si el cielo se hubiera ensañado inesperadamente.
Se instalan albergues después. Se colocan alertas durante. Se repara el bache cuando llega. ¿Y la prevención real? ¿Dónde están las obras hidráulicas, los sistemas de captación, el drenaje pluvial de calidad?
Y entonces, como ocurre siempre que el gobierno falla, es la gente la que da la cara: vecinos con escobas, comerciantes con cubetas. Mientras tanto, el aparato estatal administra soluciones, no prevenciones.
Y aquí va la pregunta que no me deja en paz como ciudadano:
¿Si no hay preparación para la lluvia, las inundaciones… para qué otras cosas no estará preparado el gobierno estatal?
¿Para una emergencia de salud pública? ¿Para un incendio? ¿Para la sequía que sigue después de estas tormentas? ¿Para una crisis migratoria? ¿Para una ola de calor?
No se puede construir solo en temporadas de calma. Tiene que estar listo para el momento en que todo se pone difícil, porque ahí es donde el Estado demuestra si está o no del lado de la gente.
Hoy, las calles de varias colonias en Coahuila siguen cubiertas de lodo, y las memorias de la tormenta siguen frescas. Pero más allá del agua que corre, queda una lección dolorosa: sin prevención no hay resiliencia, y sin anticipación, no hay crecimiento.
Camino Ciudadano seguirá caminando, incluso cuando el pavimento se quiebre. Porque observar, opinar y exigir también es parte de reconstruir.
Esa es mi opinión que no se detiene. ¿Y tú, por dónde vas?
La editorial
Camino Ciudadano
Opinión que no se detiene
Por Jorge Damián Rodríguez Argüello.
Comments are closed