Florinda Lara Morelos, de 65 años y madre de una docena de hijos, sobrevive postrada, enferma y sola en la colonia Las Moritas. Padeciendo diabetes, hipertensión y otras complicaciones, ha quedado desprotegida tras el abandono de su familia. Ante su situación crítica, la Policía Municipal de Monclova acudió no solo a atender la emergencia, sino a convertirse en su sostén: le llevaron alimentos, agua y la promesa de visitas constantes.
Florinda vive en condiciones precarias, sin acceso a apoyo oficial ni familiar. Su entorno se limita a la solidaridad vecinal, quienes alertaron a la autoridad tras notar su estado vulnerable. Bajo el mando del oficial Alejandro Navarro, los policías prometieron continuar su apoyo regular, subsanando una ausencia familiar científica que las instituciones deberían cubrir.
Este episodio evidencia el desmoronamiento del tejido social: un Estado dormido, un sistema de protección ausente y una familia que abandona a quienes más dependencia requieren. En medio de su enfermedad, Florinda encuentra en uniformes la única esperanza de alivio.
Cuando una madre es olvidada, no es solo una mujer la que queda herida: es la dignidad colectiva. En ausencia de redes familiares, sociales o institucionales, intervienen quienes menos deberían ser la primera esperanza: las autoridades policiacas. Pero los verdaderos cambios comienzan cuando el apoyo no solo llega al calor del uniforme, sino que se institucionaliza como garantía de que nadie sobreviva solo.
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