En parroquias y grupos de apoyo en Piedras Negras, la voz fue unánime: la migración en la frontera está marcada por peligros crecientes. Obispos de México y Texas se reunieron en esta ciudad para advertir sobre los riesgos que enfrentan miles de personas en tránsito, desde extorsiones hasta violencia directa en su intento de cruzar hacia Estados Unidos.

Primero, los prelados recordaron que el fenómeno migratorio no se resolverá con muros ni con medidas de contención, sino con políticas de protección y respeto a los derechos humanos. Después, subrayaron que los albergues locales están rebasados, con decenas de familias que dependen de la solidaridad ciudadana. Hasta ahora se ha comprobado que existe coordinación limitada entre autoridades municipales y organizaciones religiosas para atender necesidades básicas; todavía no está claro si habrá apoyo presupuestal adicional del estado o la federación para reforzar la infraestructura humanitaria en la zona.

El contraste fue evidente: mientras líderes religiosos piden protocolos de seguridad y acompañamiento digno, gobiernos de ambos países mantienen estrategias centradas en la contención. Los obispos llamaron a conformar un comité binacional de seguimiento, con reportes periódicos sobre condiciones de los migrantes y mecanismos de protección efectivos.

La reunión en Piedras Negras recuerda que detrás de cada cifra migratoria hay historias vulnerables. El reto para autoridades y sociedad es pasar del discurso a las acciones medibles: más albergues, protocolos de seguridad y calendarios de atención. Solo así la frontera podrá dejar de ser un lugar de riesgo constante para quienes buscan un futuro mejor.