En charlas de café y entre transportistas de Torreón se repite un sentimiento: en lugar de renovar, se recicla a quienes ya demostraron limitaciones. Eduardo Olmos Castro fue nombrado secretario del Ayuntamiento, en una decisión que refuerza la percepción de improvisación política: su regreso suena menos a solución y más a una apuesta por lealtades antes que por capacidades.

Olmos tomó protesta anunciando que optimizará procesos al interior del Cabildo, fungiendo como puente entre el presidente municipal y regidores; sin embargo, la ciudad sigue pendiente de temas críticos como eficiencia gubernamental, transparencia y servicio ciudadano. Su nombramiento ha causado críticas por priorizar afinidades personales en lugar de perfiles frescos y técnicos.

Hasta ahora se ha confirmado la votación unánime en el Cabildo y su trayectoria política previa como alcalde (2010–2013). Todavía no está claro si se traducirá en resultados tangibles ni si traerá cambios reales.

Vecinos, comerciantes y líderes civiles expresaron que Torreón requiere capacidad técnica y no círculos de confianza. Esta decisión refuerza una narrativa histórica de inercia institucional y refuerza la desconfianza sobre la apertura política del gobierno local.

La política municipal no puede seguir siendo repite-se, sino construye-se. El retorno de Eduardo Olmos simboliza una apuesta por lo conocido en lugar de lo capaz. Torreón clama por cuadros capaces, no cómodos. Lo urgente es retomar el camino de la eficacia con transparencia, no con compadrazgos.