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Salud que cuesta en casa; Coahuila gasta menos que el país: medicamentos se llevan la mitad del bolsillo

¿Qué significa para las familias de Coahuila que su gasto en salud esté por debajo del promedio nacional —5,836 pesos contra 6,421— se preguntan pacientes, especialistas y organizaciones, porque lejos de ser alivio confirma la dependencia del gasto de bolsillo y de servicios privados ante un sistema público saturado; si casi la mitad del desembolso familiar se va en medicinas, si la atención ambulatoria y hospitalaria comen otro buen tramo, y si el acceso universal no se siente en la cartera, la pregunta es directa: ¿quién protege a los hogares cuando enfermar también empobrece?

En la fotografía estatal, Coahuila aparece por debajo del promedio nacional en gasto de los hogares, mientras entidades como Ciudad de México y Zacatecas concentran los desembolsos más altos y Chiapas o Baja California los más bajos. El dato local no exime al Estado de la discusión de fondo: la estructura del gasto está desbalanceada. Los hogares siguen pagando mayormente medicamentos y otros insumos, rubro que se ha consolidado como el componente más pesado del bolsillo; detrás vienen servicios de apoyo (consultas, seguros, análisis) y, después, hospitalización y procedimientos. Para la economía cotidiana esto se traduce en decisiones duras: posponer una consulta, fraccionar tratamientos, endeudarse o buscar alternativas no siempre seguras.

El contraste con mediciones nacionales confirma la tendencia: el consumo de los hogares en salud se concentra en medicinas y, en buena parte del país, más de la mitad de las personas termina atendiéndose en consultorios y farmacias privadas pese a contar con afiliación pública. Ese “cambio de ventanilla” traslada el riesgo financiero al hogar, agrava la vulnerabilidad de quienes viven con enfermedades crónicas y presiona el ahorro familiar. En Coahuila, donde la población trabajadora sostiene la economía regional, el impacto es directo en productividad y bienestar: cada día sin tratamiento o con tratamiento incompleto sube la factura social.

Lo confirmado: Coahuila está por debajo del promedio nacional en gasto familiar en salud y el patrón de gasto se inclina hacia medicamentos, luego consultas/seguros y después servicios hospitalarios. Lo que falta por aclarar —y conviene transparentar— es la periodicidad exacta de las cifras reportadas por entidad (si son mensuales o anuales, según la metodología original), así como la actualización de las series para medir el efecto reciente de precios, disponibilidad de fármacos y presión sobre servicios privados. Sin esa precisión, el debate se contamina; con ella, se puede ajustar política pública y programas estatales de compra de medicamentos, abasto y prevención.

Para las y los coahuilenses, los pasos prácticos importan: fortalecer compras consolidadas de medicinas, garantizar recetas surtidas en el primer nivel de atención, transparentar tiempos de espera y derivaciones, y ampliar esquemas de detección oportuna para que la enfermedad no llegue a quirófano ni a crédito. Para el sector privado que sí cumple, toca distinguirse con precios claros y prácticas clínicas basadas en evidencia. Para las autoridades, la vara es una: que el acceso a la salud no dependa de la chequera del paciente.


La salud no puede ser una prueba de solvencia. Si enfermar vacía el bolsillo, el sistema falló; si el sistema responde con abasto, prevención y trato digno, el gasto familiar deja de ser castigo y vuelve a ser cuidado.

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