Las exportaciones de acero desde Coahuila han caído entre un 20 y 30 % tras la imposición de aranceles del 50 % por parte del gobierno estadounidense. La medida, dirigida a contener el ingreso de productos extranjeros, ha impactado de lleno a la industria local, provocando una desaceleración en los envíos y generando incertidumbre entre empresas y trabajadores del sector.
De acuerdo con Alfredo López Villarreal, presidente de Coparmex Sureste, el golpe aún no ha derivado en despidos masivos, pero sí en recortes de turnos, adelanto de vacaciones y estrategias para sobrevivir a un escenario incierto. “La cadena de valor empieza a mostrar fisuras, aunque todavía no se rompe”, advirtió.
Además de los aranceles, las empresas enfrentan retrasos en aduanas y complicaciones logísticas que encarecen aún más los costos de exportación. Pese a que el aluminio —otro pilar productivo del estado— no ha sido afectado hasta ahora, existe preocupación de que pueda entrar en la misma lógica proteccionista.
La construcción, el sector automotriz y la industria de naves industriales podrían ser los siguientes en resentir la baja del acero, un insumo clave que deja de fluir con la misma fuerza hacia el mercado norteamericano. La inversión extranjera también ha comenzado a frenarse: proyectos que antes se concretaban en meses hoy se postergan indefinidamente.
Coahuila ha demostrado músculo industrial durante décadas, pero este nuevo entorno exige algo más que aguante: requiere estrategia. Si el estado quiere seguir siendo un jugador clave en el mapa económico, tendrá que diversificar sus rutas comerciales, tecnificar su producción y alzar la voz ante decisiones que lo ponen contra las cuerdas. Porque ni el acero es eterno… ni la paciencia del sector lo será.
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