Una menor de 13 años intentó quitarse la vida en su domicilio en Frontera, Coahuila. Fue su abuela quien la encontró a tiempo y logró salvarla. En el lugar quedó una carta: un mensaje de despedida en el que expresaba sentirse sola y pedía perdón a su familia. El hecho ha generado alarma entre vecinos, autoridades y especialistas en salud mental infantil.
La adolescente fue hospitalizada y permanece bajo vigilancia médica y psicológica. Aunque su estado se reporta estable, el contenido de la carta ha sido devastador: mencionaba a su madre, padre, abuelos y hermanos, diciendo que los amaba pero ya no podía más con la tristeza. “Me siento muy solita”, escribió, dejando un testimonio que ha encendido las alarmas sobre la salud emocional de los jóvenes en Coahuila.
Las autoridades activaron el protocolo de protección para niñas, niños y adolescentes, y han llamado a reforzar la vigilancia emocional en casa y en la escuela. Psicólogos consultados recomiendan estar atentos a señales como el aislamiento, el bajo rendimiento escolar, comentarios sobre no tener valor o cambios drásticos en el comportamiento.
Frontera, como muchos municipios del norte del país, carece de infraestructura suficiente en salud mental, especialmente en atención para adolescentes. Este caso, lamentablemente, no es aislado: la Secretaría de Salud ha registrado un repunte de intentos de suicidio en menores de edad durante los últimos dos años, atribuidos a depresión, violencia familiar y falta de atención oportuna.
Más allá del hecho, la historia de Valeria —nombre ficticio para proteger su identidad— es un llamado urgente: el dolor de una niña no puede seguir siendo invisible en medio de políticas públicas que miran hacia otro lado.
Porque cada carta como la suya es una oportunidad para cambiar el rumbo. Y cada vida rescatada, un compromiso colectivo de escuchar antes de que sea tarde.
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