El caso de Paulina Valdés Rodríguez, estudiante de la Escuela Normal de Monclova, mantiene a familias y comunidad movilizadas para conseguir donadores de sangre tipo O+ en la Clínica 7 del IMSS; el episodio reabre el debate estatal sobre prevención del dengue y la capacidad de respuesta de los bancos de sangre en Coahuila.
Desde la semana pasada, la familia de Paulina difundió un llamado urgente a la ciudadanía para donar sangre tipo O+ y sostener el tratamiento que recibe en Monclova. El caso, que generó una ola de solidaridad, recuerda que la cadena de atención no termina en el hospital: depende de donación suficiente y oportuna.
A escala estatal, los reportes recientes apuntan a incremento de casos activos y la necesidad de reforzar control vectorial, detección oportuna y comunicación pública. En ese contexto, el IMSS mantiene lineamientos claros para donar (identificación, 18–65 años, peso ≥50 kg, ayuno breve, sin cuadros respiratorios) y un portal para gestionar citas, insumos que pueden marcar diferencia en emergencias.
La lección estatal es doble: prevención (patios limpios, eliminación de criaderos, atención temprana a síntomas) y logística (bancos de sangre con reservas y horarios amplios). ¿Qué metas de abasto y tiempos de reposición maneja hoy la red estatal? ¿Cuántas unidades adicionales se requieren en la Región Centro-Desierto para cubrir picos de demanda?
La lucha de una estudiante no debería depender de la suerte de conseguir suficientes donadores a contrarreloj. Coahuila tiene la oportunidad de convertir esta solidaridad en política pública: reservas estratégicas, campañas permanentes y datos abiertos sobre abasto. La pregunta ciudadana es directa: ¿cuándo veremos ese sistema funcionando antes —y no durante— la emergencia?














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