El rumor recorre los ranchos y oficinas: la reapertura del cruce para exportar ganado mexicano a Estados Unidos podría adelantarse. Si se concreta, sería un respiro histórico para el norte de Coahuila, donde la espera ha asfixiado a productores, familias y comunidades enteras.
En los corrales y oficinas del norte, el ambiente cambió de golpe. Donde antes había resignación y tedio, ahora hay miradas expectantes. La noticia no es oficial, pero ya corre de boca en boca: Estados Unidos analiza adelantar la reapertura de su frontera para la exportación de ganado mexicano, un movimiento que podría anticiparse semanas respecto a la fecha originalmente pactada.
El Servicio de Inspección de Sanidad Animal y Vegetal del Departamento de Agricultura estadounidense (USDA-APHIS) revisa los últimos reportes sanitarios, y reconoce avances en los controles contra el gusano barrenador que había frenado la exportación. Funcionarios mexicanos y estadounidenses mantienen diálogo constante; incluso, hay quienes apuestan a que la decisión podría llegar “en cualquier momento”.
Para los productores, esta noticia es más que un cambio en la agenda: es la diferencia entre vender a buen precio o resignarse a pérdidas. Desde noviembre, la frontera ha permanecido cerrada, con miles de cabezas de ganado en pausa, esperando la luz verde para cruzar hacia Texas y otros mercados estadounidenses. Cada día de cierre es pérdida directa: alimentación, espacio, inversiones estancadas, familias en vilo.
El líder de la Unión Ganadera Regional, Abel Ayala, reconoce que la incertidumbre ha sido brutal. “Es el momento de mostrar disciplina y estar listos: el que no cumpla los protocolos puede echar todo a perder para todos”, advierte. Por ahora, la vigilancia y los preparativos se redoblan en cada rancho.
No es solo un trámite aduanal ni un rumor de pasillo. Para cientos de familias ganaderas, la frontera es el hilo de su economía, su esfuerzo y su esperanza. Un adelanto en la reapertura podría cambiar destinos, reanimar economías y devolver la fe en el futuro. Pero también exige responsabilidad: una sola falla puede cerrar la puerta otra vez. La lección está clara: disciplina y cooperación, o resignación y espera eterna. ¿Qué camino elegirá el campo mexicano?
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